viernes, 26 de noviembre de 2010

La Barrena

Resumen: Aquellos tiempos si eran buenos - dijo el abuelo que se dirigía al auditorio juvenil.- solo existían dos piques: El Chambeque y el Alberto, ricos en carbón.
Los de la Playa Negra nos querían quitar la explotación del mar, querían cortarnos el carbón que quedaba al norte bajo el mar. Entonces el capataz me ordenó que eligiera de mis barreteros los 10 mejores y que nos fuéramos a lo Alto de Lotilla.
Nosotros estábamos junto a otros hombres, carpinteros, mecánicos e ingenieros, cuando nos avisaron que el ingeniero jefe iba a hablar.
Aun me parece recordarlo diciendo aquel gran discurso, sobre que los de Playa Negra nos querían quitar todo el carbón submarino que por derecho nos correspondía y que si nada se hacía seria el fin de todo lo que se había logrado. Teníamos vagos detalles sobre lo que se quería hacer, pero comprendimos que debíamos hacer un pique en el sitio donde estábamos extrayendo el carbón, y luego una galería paralela que le cortara el paso a los de Playa Negra, pero aunque lo que debíamos hacer era muy difícil y sabíamos que debíamos pasar sobre una distancia el doble de grande en comparación a los de Playa Negra, nuestro entusiasmo era tal que pedimos a gritos iniciar el trabajo.
Los barreteros se dividieron en cuadrillas de diez hombres cada una, que se reemplazarían cada dos horas para que siempre hubiera una cuadrilla en la faena.
En la primera semana alcanzamos el nivel del mar, se pusieron bombas para drenar el agua y seguimos cavando, pero a la segunda semana nos mandaron a parar, bajaron los ingenieros y después de dos horas nos marcaron con tiza el lugar en el cual debíamos abrir la galería. Sin perder tiempo seguimos el trabajo con la misma energía que antes.
Luego de un mes bajaron los ingenieron a medir de nuevo, pero la cosa demoro bastante, y al final nos dijeron que suspendieramos el trabajo. Ninguno de nosotros entendía algo de los que pasaba, si habíamos ganado o perdido, así que yo , como jefe de cuadrilla me acerque al capataz, que estaba con la oreja puesta en la pared, para preguntarle que había ocurrido, pero el me hizo un gesto y no me respondió. Entonces yo también puse la oreja en la pared y pude sentir unos golpecitos lejanos en las rocas. Cuando estuve seguro, se lo dije al capataz, que se quedo escuchando conmigo un rato. Luego llegaron los ingenieros que, después de escuchar unos minutos, desenvolvieron un plano y se pusieron manos a la obra. Luego bajaron una docena de carpinteros y pusieron una gran puerta que cubrió completamente un espacio de diez metros al final de la galería.
Luego el capataz me dijo que avisara que tuvieran listo el brasero.
Fui a cumplir la orden y cuando volví el ruido de la barrena se escuchaba tan próximo que calcule que en menos de media hora la barrena iba a perforar la pared.
No paso ni media hora cuando la tosca de la pared comenzó a caer. Todos sabíamos que significaba y estábamos listos para despuntar a la barrena-guia cuando traspasara la pared cuando el capataz nos detuve, se escupió en las manos y cogió un martillo. Pasado unos momentos la punta de la barrena traspaso la pared y el capataz, de un zarpaso, doblo la punta de la barrena en forma de escuadra.
Al final trajeron el brasero y allí lanzaros un saco lleno de ajis que había sido bajado hace poco.
Aunque corrimos hacia el ascensor, al llegar arriba sentíamos una picazón en la garganta y una tos seca insoportable.
Este ultimo acto acabo con las actividades de Playa Negra, ya que en la mina llena el olor a aji picante era talque nadie puedo volver a trabajar alli nunca mas
Este fue el fin de la famosa mina de Playa Negra.

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